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Testimonio: Una Navidad Diferente

Actualizado: 24 ago 2019

Por Héctor H


Recuerdo una de mis últimas navidades durante mi actividad salir una noche antes de fiesta pensando en que solo me iría a tomar un par de vodkas, bailar un rato y ver si podía llevarme a alguien a la cama, en mi mente tenía todo el plan, saldría de mi casa nueve de la noche y regresaría a la una o dos a más tardar porque no me quería desvelar tanto para estar bien al día siguiente y poder estar en la cena navideña con mis seres queridos, mis papas, mi hermano, mi cuñada, disfrutar la comida, escuchar musica navideña y tal vez ver una película en familia, todo esto lo pensaba mientras estaba acostado a las seis de la tarde, era un fin de semana recuerdo, todo saldría perfecto. Se dieron las ocho de la noche y me metí a bañar pero antes me prepare un vodka con jugo de arándano y bebida energética, puse música de fiesta de esa que ponen en el antro a las cuatro de la mañana y le subí a todo el volumen. Me cambie y al momento de tomar mis llaves y cartera pensé en dejar unos billetes de los que traía por si me enfiestaba no me fuera a gastar todo, desde ahí mi mente supo que había la posibilidad de agarrar la fiesta para largo, al final tome mi cartera y no deje tanto dinero en casa como quería, me salí y me fui a tomar un taxi porque pensé que ya tomado no podría regresar a casa manejando, “muy responsable”, otra vez mi mente ya sabía que iba por algo grande.


Recuerdo llegue al bar donde va todo mundo que quiere pasarla tranquilo e inmediatamente me aburrí y me salí, me fui de ahi directamente a los lugares en donde terminaba siempre, a esos lugares de destrucción de esos que llaman de mala muerte, donde sabía que podía emborracharme lo que quisiera, que podía comprar droga y consumirla en medio del lugar sin que nadie me dijera nada, empezó dentro de mí a arder mi sangre, a llegar ese sentimiento de destrucción, de querer enfiestarme hasta que no pueda más, ese sentimiento de querer tener sexo con un desconocido, de tratar de llevarme al hombre que se me hiciera más atractivo y mientras más difícil fuera ligármelo mejor, total al final sería un trofeo más.


Inicio la destrucción, la música a todo volumen, las risas, las pláticas, el sonido de los vasos chocando, todo mundo queriendo platicar conmigo o más bien queriendo del alcohol y la droga que había comprado, los meseros queriéndome vender más droga y alcohol, el olor a cigarro y droga, y para mí eso era lo mejor que pudiera estar sintiendo en ese momento, el olor impregnado del alcohol que ya tenía encima de tanta bebida que se me había caído en la camisa, el dinero lo veía salir de mi cartera para pedir más bebida, todo esto ya a unas horas de tener la cena navideña con mi familia.


Lo único que me dolía en ese momento es que el tiempo pasa muy rápido sentía una desesperación de no poder parar el reloj, lo veía y eran las dos de la mañana, lo veía de nuevo y eran las cuatro de la mañana, una vez más y eran las seis, cada vez estaba platicando con alguien diferente, ya había para ese entonces había tenido sexo con alguien y me había regresado al lugar a seguir de fiesta. En mi mente decía que ya me fuera porque ya iba a amanecer y todavía podría dormir algo si me tomaba pastillas para dormir, pero mi cuerpo no se iba, mis piernas no se movían del lugar, seguía en ese frenesí de fiesta, risas, besos, música, luces, droga, alcohol, hombres y deseo, se hizo el medio día y estaba platicando con una desconocida diciéndome que ella ya se iba porque iba a ir a comprar los juguetes que el niño dios le iba a traer a sus hijos que solo había salido “a trabajar “ (vender su cuerpo) para poderles regalar algo para el día siguiente, de repente ya no era la mujer sino eran 2 hombres muy chicos como de unos 18 o 19 años que estaban con una cubeta ya super ebrios. Recuerdo perfectamente que llegó el papá de uno de ellos y con cara triste y de decepción de dolor y le dijo “mira de donde te vengo a sacar”, eran ya para entonces las cuatro de la tarde, en cuatro horas más era la cena navideña y yo no me podía salir de ahí, había una fuerza que me jalaba y me hacía quedarme más tiempo. Eran las siete de la noche y el lugar estaba medio solo pero no tanto como hacía unas horas, la gente empezaba a llegar de nuevo y yo todo sudado, mojado, despeinado, drogado y ebrio. Me salí como pude y tome un taxi, mi papá me envió un mensaje por Whatsapp diciéndome que ya había llegado mi hermano y yo apenas iba en el taxi a mi casa, me sentía morir, un sentimiento de desolación al ver el mensaje de mi papá recordándome, y yo todo destruido que podría ofrecerles en el estado en el que estaba, para que iba, me sentí deprimido en ese momento, fuera de lugar apenas podía sentirme en el taxi, con ganas de llorar, abatido, llegue a mi casa y me bañé con agua fría me tome aspirinas como 3 bebidas energéticas, me puse gotas en los ojos, me heche perfume, me cambie y me fui a casa de mis papas, en el camino le marque a mi papá con mucha vergüenza y le dije que había salido un día antes de fiesta e iba muy desvelado, me dijo que no importa cómo estaba que era la cena navideña familiar y tenía que estar ahí que siempre la habíamos tenido, y claro que tenía razón, me tomé una foto y se la envié a mis amigos más cercanos y les dije que como me veía y pues me dijeron que mal que me comiera fruta, y me dieron todos los consejos que podían pero realmente me sentía como la mayor basura del mundo, como iba a llegar a la cena en ese estado. Al final llegue y toda la cena me la pase como zombie, no entendía bien que decían, trataba de controlarme, trataba de que no se me notaran las pupilas dilatadas, que no se me notara que tenía un zumbido en los oídos, que no se me notara que cuando tomaba el vaso con agua mi mano temblaba. Al final tuve que hacer mi mejor actuacion que no se si dio resultado o no, no sé si logre engañar a mi familia, lo único que vi es que ellos estaban contentos, estaban celebrando realmente la fecha, estaban sanos, podían respirar bien, olían rico, tenían esa alegría de vivir y yo por dentro me sentía a morir, me sentía un fraude, una nada.


Estando en recuperación la última navidad que pase con mi familia fue muy diferente, recuerdo esa mañana cuando desperté había pedido el día en el trabajo de vacaciones y respire profundamente, me sentía bien, descansado, me vi en el espejo y mis ojos se veían bien, mi piel no olía mal y me dieron muchas ganas de llorar el cómo me sentía con energía, me sentía con ganas de convivir con mi familia, me sentía bien, recordé esos otros años y simplemente respiraba profundamente para sentir que estaba vivo y sano.


Pude abrazar a mi familia, tomarme el tiempo para pararme a comprar un postre un flan napolitano que tanto sé que les gusta, llegue y abrace a mi sobrino, jugué con él, ayudé a poner la mesa, sentí todos los sabores de los diferentes platillos pero lo más importante pude sentir el amor de mi familia, pude sentir el cómo todo mundo estaba feliz, y yo era parte de todo eso, no era esa cosa ahí sentado con mi mente destruida y confundida, mi mente estaba más despierta que nunca, más sana que nunca, y todo eso gracias a las reuniones del grupo, gracias a que tenía ya ciertas veinticuatro horas sin consumir droga y alcohol. No me habían dado ganas de irme un día antes a destruirme y cuando me daban ganas recordaba por todo lo que he pasado y todo lo que he aprendido, pude ver los resultados de la terapia de cómo cambiaron totalmente las circustancias de 2 cenas navideñas.


Cambio totalmente el cómo apreciaba las cosas y estoy seguro que también lo pudo ver mi familia, el cómo en esta ocasión platicaba, convivía, disfrutaba los abrazos, y sentir la seguridad y fortaleza que es mi familia, el cómo pude estar con ellos hasta pasadas las doce de la noche en mis cinco sentidos, regresar a mi casa manejando y dormir tranquilo. Todas esas horas de reunión, esos servicios, esos compartimientos, catarsis, esas horas que me escuchó mi madrina estaban reflejadas en algo tan sencillo y a la vez tan grande como una reunión familiar y que todos hayamos estado en paz y felices.

 
 
 

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